viernes, 9 de mayo de 2008

exposición "Vivencia y Memoria de la Guerra de la Independencia".

El diario del ingeniero militar José María Román y los recuerdos de la época recopilados por Ceferino Araujo fundamentan la exposición "Vivencia y Memoria de la Guerra de la Independencia" que se inaugura hoy en la Fundación Lázaro Galdiano.
Aunque pequeña en cuanto a número de piezas, alrededor de cincuenta, la muestra, en cuya organización ha colaborado la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, supone un acercamiento diferente a la Guerra de la Independencia a través de los testimonios de protagonistas que dejaron sus impresiones de una forma personal.Casi la totalidad de las piezas que se muestran, entre manuscritos, medallas, estampas, armas, abanicos, joyas, libros o cartas, son inéditas y todas ellas pertenecientes a la Fundación Lázaro Galdiano.El emblemático retrato de Agustina de Aragón realizado por Juan Gálvez; los grabados que mandó hacer Palafox de las ruinas de Zaragoza, para que la memoria continuara viva, o la estampa de Isidro Carnicero "Fiesta de toros en el aire", son algunas de las piezas que se pueden contemplar en un recorrido en el que también se exhiben varios grabados de Goya.De este artista, la Fundación posee una importante colección pero en la muestra está presente "en sordina ya que no se ha querido incluir más obras suyas para que las otras piezas pudieran brillar", consideró la directora de la institución Jesusa Vega.Además del valor expositivo, la muestra "es de largo alcance", ya que con motivo de la misma se han editado los dos manuscritos, también inéditos, a través de los cuales se estructura el recorrido."La exposición ilustra y justifica lo que estos libros cuentan", señaló la directora, quien informó de que el primero de ellos narra el diario del ingeniero militar José María Román en su pericia como defensor de Zaragoza, en 1808, y su vida como prisionero de los franceses en España y Francia hasta 1814.Esta vivencia la fue apuntando en cuadernillos con letra prieta y menuda, probablemente con la intención de su posterior publicación, y gracias a ello se pueden conocer pormenores del arte militar, escenas de su vida cotidiana y la descripción de ciudades y edificios de la época.El segundo manuscrito reúne los recuerdos de la época de tránsito del siglo XVIII al XIX y los acontecimientos que sucedieron en los inicios de la España contemporánea.Se trata de un original de imprenta, remitido a solicitud de José Lázaro, para publicarlo en la editorial de "La España Moderna". Su autor, Ceferino Araujo, construye la narración a través de estampas, fuente principal de información.El corto pero intenso recorrido de la exposición se ha dividido en dos secciones. La primera,"Vivencia", tiene como referente el diario de José María Román y en ella se exponen testimonio coetáneos a la Guerra de la Independencia.Su objetivo es visualizar la experiencia de la guerra antes de que se produzca y mostrar la transformación que tiene lugar cuando estalla el conflicto y se inician las hostilidades.Esta visualización se produce con la exhibición de objetos de arte militar; los retratos de los protagonistas, entre ellos el de Fernando VII, de Vicente López Portaña, el del Duque de Wellington, atribuido a John Jackson o el anónimo de Juan Martín "El empecinado"; los objetos de la vida cotidiana de la época como joyas, abanicos, miniaturas, carnés de baile, y la transformación de la vida tras la guerra a través de las víctimas, los escenarios y las ruinas.La segunda sección gira en torno al manuscrito de Ceferino Araujo y está dedicada a la "Memoria". En ella se acerca al espectador al proceso de construcción de la memoria de la Guerra a través de obras que han contribuido a su conocimiento y conmemoración, manteniéndola viva.Proyectos, escritos, publicaciones conforman la experiencia y transmisión de la información, ampliada en los distintos aniversarios y el centenario de 1908. "El referente en cómo se contó la Guerra Civil se encuentra en cómo se contó la Guerra de la Independencia. Todo ello está más cercano de lo que creemos", en opinión de la directora de la Fundación.
Fuente: EFE

1 comentario:

jvr dijo...

ENTRE LA INVESTIGACIÓN Y EL PARQUE TEMÁTICO
Es indudable que nos encontramos en un tiempo de pulsiones culturales multidireccionales, en el que a diferencia de otras épocas históricas, podemos encontrar simultáneamente muestras artísticas que valoran, promueven o disipan -según los interesen de las instituciones y del sesgo ideológico de quienes las comisarían- determinados legados artísticos, especialmente relacionados con la identidad nacional.
La extensa obra de Francisco de Goya y Lucientes, es por supuesto, dado el amplio espectro temático al que hacen referencia sus pinturas, grabados o dibujos, un depósito al que acudir en cuanto se presenta la necesidad de rentabilizar políticamente el simple discurrir de los tiempos y la repetición de fechas capaces de inscribirse en la excepcionalidad celebratoria. Es desde esta constatación, desde la que se hace ineludible comparar las opuestas directrices culturales, desde las que se presentan al público dos importantes exposiciones en Madrid, relacionadas ambas aunque con modos de hacer bien distintos, con la conmemoración bicentenaria de la Guerra de la Independencia.
Es históricamente un lugar común, encontrar los hitos mediante los cuales cada época, ha construido una mirada sobre acontecimientos del pasado que le son pertinentes para estructurar un discurso; ya sea éste de carácter hegemonista para tratar de recuperar determinados sentimientos de exaltación patriótica, necesarios para el ejercicio del poder, o por el contrario, la recuperación histórica sirva como proceso de reflexión y crítica, en la que se ponen nuevamente en valor vivencias y procesos históricos que, sirven de sustrato y estructura de referencia subliminal para reflexionar acerca de procesos contemporáneos, a los que los mecanismos hegemónicos del poder impiden mostrar su funcionamiento y hacerse presentes en el pensamiento de la sociedad del momento.
Esta reubicación de excepcionalidades en el imaginario social, ha oscilado por lo general, entre la instrumentalización celebratoria para proporcionar al poder nuevos recursos mediante los cuales se legitiman desactivados de su carga crítica dispositivos populares, y, la reactivación desde el archivo, de materiales de época cargados de potencial verosimilitud, mediante los cuales proyectar una lectura crítica del pasado y una visualización del futuro. Esta tradicional oscilación ha sido posible, gracias a la emergencia en determinados momentos de mecanismos de representación política más tolerantes y, ha favorecido que sobrevivieran diferentes discursos a partir de un mismo acontecimiento -construidos en los momentos que les eran ideológicamente afines- poniendo en evidencia que, cada época construye su propio relato del pasado, a la vez que proyecta sobre el futuro las modificaciones discursivas sobre aquellos acontecimientos.
Actualmente, podemos observar el funcionamiento simultáneo de ambos modos de hacer, y de posicionarse frente al pasado para construir el futuro, en sendas exposiciones que tienen lugar en la Fundación Lázaro Galdiano y en el Museo Nacional del Prado. Ambas en Madrid, aunque, separadas por la distancia conceptual existente entre ellas. Unos modos de hacer que identifican "Vivencia y memoria de la Guerra de la Independencia" con la producción y la reflexión cultural marcada por la interdisciplinariedad de la investigación, la excepcional importancia de la cultura visual en cualquier análisis de nuestra época y una puesta en circulación del archivo para “el común”. Por el contrario, "Goya en tiempos de guerra", se inscribe en el circuito de reconversión del museo en parque temático, emborracha al público con un número indigerible de obras y, difícilmente pude ocultar una ambiciosa participación en la obscena mercantilización del patrimonio artístico y cultural de carácter público.
La exposición "Vivencia y memoria de la Guerra de la Independencia", funciona como un discurso en el que, es posible establecer una lectura expansiva y diacrónica que, nos lleva desde la crítica a la cotidianeidad de la barbarie en la cultura popular, vinculada al oscurantismo inquisitorial y a la obstrucción al desarrollo ilustrado propuesta en las estampas de Goya, hasta la elisión en la actual rememoración de "Mayo del 68", de muchos de los indicadores de la crisis narratológica de la postguerra europea.
Las huellas dejadas por la actividad artística, las sucesivas recuperaciones de obras artísticas especialmente pertinentes en determinados momentos históricos y las relecturas visibles a través de los textos a los que dieron lugar; se han organizado en un discurso transversal que, enlazando la espontaneidad del diario del ingeniero militar José María Román, con la reflexión instructiva que el crítico Ceferino Araujo vinculaba a la importancia que la organización de los museos existentes y la creación de otros tiene en el desarrollo del gusto -sirviendo de enseñanza y aportando modelos de influencia-, nos catapultan a través de "La España Moderna" y el interés que tuvo su mentor José Lázaro Galdiano por dar a conocer obras y vivencias de quienes consideraba sujetos ejemplares de nuestra identidad nacional, hasta los albores de un siglo en el que una nueva guerra, introduce otra vez una brecha de incalculables consecuencias en la construcción de la identidad social.
Que la exposición busca instruir deleitando, se confirma con la puesta a disposición del público de los excelentes ensayos que conforman el catálogo y de la edición de los manuscritos que dan el hilo conductor de la exposición. Este conjunto, nos hace presente que, a pesar de las trampas de la memoria, las angustias del recuerdo, la manipulación del archivo y la perversión de los mecanismos del lenguaje impulsada por los intereses hegemónicos del poder, se puede trabajar honestamente sin dejarse seducir por la vorágine estrictamente comercial al uso, convirtiendo una exposición en un escenario de reflexión y conocimiento.
En las antípodas conceptuales, encontramos los planteamientos formalistas que, una vez más repiten los esquematismos canónicos, insisten en utilizar el museo como instrumento legitimador de una puesta en valor de las obras cada vez más estrictamente comercial y, paradójicamente, menos vinculada a la pregnancia de la obra en el territorio de la estética que en otros tiempos servía como criterio de calidad. Resulta difícil obviar en "Goya en tiempos de guerra", el trasfondo de un modo de hacer especulativo, enriquecedor del patrimonio personal de quienes convierten en fetiches las obras artísticas del patrimonio público y, la voluntad hegemonista de un comisariado que, destaca por elaborar una exposición sin discurso posible.
"Goya en tiempos de guerra", explota la reciente restauración de los dos grandes lienzos del 2 y 3 de mayo de 1808 en Madrid, coincidiendo con el 200 aniversario de mayo de 1808 y el inicio de la guerra de la Independencia, para estructurar una muestra marcada por el carácter de catalogación estrechamente vinculado al comercio del arte. Por supuesto, no hace falta ser un experto para darse cuenta que la ausencia de "La Lechera", aun estando mas próxima a las consecuencias de la guerra que otras muchas de las obras que se presentan, responde a la puesta en práctica de la dudología sobre obras de Goya, impulsada por la Sra. Wilson-Bareau. A esta ausencia, hay que contraponer la inclusión de otras muy anteriores a la guerra y la organización de la muestra mediante un apabullante despliegue de medios, que ofrecen el dudoso espectáculo de acumulación, de mismidad, elementos de excepcional importancia en el proceso de aculturación característico del parque temático.
Por supuesto, la ambición del comisariado por establecer un record de obras, contradice incluso el propio título de la exposición, llevando los “tiempos de guerra” casi hasta la coronación de Carlos IV. Con ello, desaparece cualquier modo de establecer un hilo argumental que pueda guiar al público en el encuentro con las obras de Goya. Sometido a la repetición y el desconcierto, el espectador terminará, incluso contra su voluntad, sumergido en el carrusel del parque temático para descerebrados, sin encontrar alguna clarificación de los motivos, vivencias, desasosiegos y cambios sociales que tuvieron lugar en la época de referencia.
A la confusión que genera esa acumulación de obras, puestas una al lado de otra como si hicieran referencia al relato de Borges, hay que añadir, el bochornoso espectáculo de un catálogo, en el que lo más significativo es la ausencia de bibliografía que corrobore la opinión de los/as autores, el retorno a la verborrea sobre las transparencias y la excelencia o faltas en la técnica del maestro y la enumeración antológica de fechas, característica de los expertizadores comerciales.