El pintor esloveno Zoran Music pasó un año en el campo de concentración de Dachau, lugar donde no sólo esbozó a escondidas cientos de dibujos con el horror del holocausto, sino que marcó el total de su obra posterior, de la que desde mañana y hasta el 18 de mayo se podrá ver una muestra en La Pedrera.
"Zoran Music. De Dachau a Venecia" es el título de esta exposición, la primera retrospectiva dedicada al pintor tras su muerte en 2005, y que sirve para conocer la trayectoria de un artista casi desconocido para el gran público, quizás, en parte, por haberse mantenido al margen de las grandes corrientes pictóricas del siglo XX.
Son 130 obras -50 de ellas nunca exhibidas antes- recogidas de forma cronológica, en un recorrido que se inicia precisamente con los dibujos realizados en 1945 en Dachau -donde fue recluido tras ser detenido por la Gestapo en Venecia por su colaboración con los grupos partisanos- y para los que utilizó material que sacaba de donde podía, del taller de arquitectos deportados o de la enfermería en la que estuvo ingresado.
Estos dibujos hechos a tinta, lápiz, incluso tiza, muestran montañas de cadáveres, cargados en carretas, cuerpos de ahorcados, seres desnudos que inevitablemente recuerdan las series de grabados de "Los Desastres de la Guerra" o los "Disparates" de Goya, pintor al que Music había "copiado" directamente en el Prado, en el año que pasó en España, durante la II República.
Tras la liberación de Dachau por los americanos, Music, nacido en 1909 en Gorizia (entonces imperio austrohúngaro, hoy Eslovenia), vuelve a Venecia, pero aunque intenta retomar "poco a poco" su inspiración temática previa a la guerra -paisajes, caballos, mujeres o dálmatas- su manera de ver la vida ha cambiado, y como él mismo reconoce "la muerte había transformado la experiencia de la vida".
En la década de los cincuenta, el artista tiene la "tentación" de la abstracción a su paso por París, pero este camino no es el suyo, y es en los setenta, tras superar lo que parece un "fenómeno de amnesia", según palabras del comisario de la exposición, Jean Clair, cuando Music regresa con fuerza a las imágenes del pasado, de nuevo el horror del campo de concentración.
"No somos los últimos" conforman una serie de estremecedores lienzos sobre la muerte y el exterminio masivo, pero ahora con la crudeza del gran formato, nada que ver con los diminutos papeles sobre los que dibujaba en la cama de la enfermería de Dachau.
Clair, uno de los máximos expertos en la obra del artista, asegura que Music no fue un pintor "moderno" en el sentido estricto de la palabra pero que ello no resta ni un ápice a la modernidad de su obra, que tuvo en las gamas de ocres y en los pigmentos naturales sus principales armas de expresión.
En sus últimas épocas pictóricas, también presentes en la muestra, Music, además de volver a pintar Venecia, ahora llena de brumas, mostrar los interiores de San Marcos y volcarse en el dibujo, refleja una vez más la influencia de la pintura española en su obra, esencialmente en retratos y autorretratos en donde la sombra de Velázquez está presente.
El director de la Fundación Caixa de Catalunya, Alex Susanna, ha apuntado que al igual que la obra literaria de Primo Levi o de Jorge Semprún -uno de cuyos textos aparece en el catálogo- supone la memoria escrita del "desamparo existencial" que se produjo en la cultura tras la Segunda Guerra Mundial y el holocausto, la obra de Music cumple el mismo papel en las artes plásticas.
"Dachau fue su verdadera escuela, una experiencia traumática regurgitada artísticamente 25 años después, tras un período de bloqueo", ha señalado Susanna, para quien la exposición de Music es una opción arriesgada sobre un pintor poco conocido, aunque ha señalado que la intención de la Fundación fue hacer la retrospectiva en vida del pintor, pero su débil salud se lo impidió.
Además de la colaboración de la viuda de Music, la pintora veneciana Ida Barbarigo, para la exposición se ha dispuesto de fondos procedentes de varios museos, el centro Georges Pompidou, el Kunstmuseum de Basilea, el Reina Sofía de Madrid, pero también de colecciones privadas, que han aportado principalmente los dibujos hechos en el campo de concentración.
Son 130 obras -50 de ellas nunca exhibidas antes- recogidas de forma cronológica, en un recorrido que se inicia precisamente con los dibujos realizados en 1945 en Dachau -donde fue recluido tras ser detenido por la Gestapo en Venecia por su colaboración con los grupos partisanos- y para los que utilizó material que sacaba de donde podía, del taller de arquitectos deportados o de la enfermería en la que estuvo ingresado.
Estos dibujos hechos a tinta, lápiz, incluso tiza, muestran montañas de cadáveres, cargados en carretas, cuerpos de ahorcados, seres desnudos que inevitablemente recuerdan las series de grabados de "Los Desastres de la Guerra" o los "Disparates" de Goya, pintor al que Music había "copiado" directamente en el Prado, en el año que pasó en España, durante la II República.
Tras la liberación de Dachau por los americanos, Music, nacido en 1909 en Gorizia (entonces imperio austrohúngaro, hoy Eslovenia), vuelve a Venecia, pero aunque intenta retomar "poco a poco" su inspiración temática previa a la guerra -paisajes, caballos, mujeres o dálmatas- su manera de ver la vida ha cambiado, y como él mismo reconoce "la muerte había transformado la experiencia de la vida".
En la década de los cincuenta, el artista tiene la "tentación" de la abstracción a su paso por París, pero este camino no es el suyo, y es en los setenta, tras superar lo que parece un "fenómeno de amnesia", según palabras del comisario de la exposición, Jean Clair, cuando Music regresa con fuerza a las imágenes del pasado, de nuevo el horror del campo de concentración.
"No somos los últimos" conforman una serie de estremecedores lienzos sobre la muerte y el exterminio masivo, pero ahora con la crudeza del gran formato, nada que ver con los diminutos papeles sobre los que dibujaba en la cama de la enfermería de Dachau.
Clair, uno de los máximos expertos en la obra del artista, asegura que Music no fue un pintor "moderno" en el sentido estricto de la palabra pero que ello no resta ni un ápice a la modernidad de su obra, que tuvo en las gamas de ocres y en los pigmentos naturales sus principales armas de expresión.
En sus últimas épocas pictóricas, también presentes en la muestra, Music, además de volver a pintar Venecia, ahora llena de brumas, mostrar los interiores de San Marcos y volcarse en el dibujo, refleja una vez más la influencia de la pintura española en su obra, esencialmente en retratos y autorretratos en donde la sombra de Velázquez está presente.
El director de la Fundación Caixa de Catalunya, Alex Susanna, ha apuntado que al igual que la obra literaria de Primo Levi o de Jorge Semprún -uno de cuyos textos aparece en el catálogo- supone la memoria escrita del "desamparo existencial" que se produjo en la cultura tras la Segunda Guerra Mundial y el holocausto, la obra de Music cumple el mismo papel en las artes plásticas.
"Dachau fue su verdadera escuela, una experiencia traumática regurgitada artísticamente 25 años después, tras un período de bloqueo", ha señalado Susanna, para quien la exposición de Music es una opción arriesgada sobre un pintor poco conocido, aunque ha señalado que la intención de la Fundación fue hacer la retrospectiva en vida del pintor, pero su débil salud se lo impidió.
Además de la colaboración de la viuda de Music, la pintora veneciana Ida Barbarigo, para la exposición se ha dispuesto de fondos procedentes de varios museos, el centro Georges Pompidou, el Kunstmuseum de Basilea, el Reina Sofía de Madrid, pero también de colecciones privadas, que han aportado principalmente los dibujos hechos en el campo de concentración.
Fuente: EFE
No hay comentarios:
Publicar un comentario