Un luminoso retrato infantil pintado por Vincent Van Gogh (1853-1890), y cuyo radiante optimismo contrasta poderosamente con la inminente tragedia de su suicidio, se pondrá a la venta el próximo mes en la feria de arte de Maastricht (Holanda).
La obra, titulada "L' Enfant à l'orange", fue adquirida en 1916 a la familia del matrimonio suizo Arthur y Hedy Hahnloser, fundadores de la colección de arte "Villa Flora", de Winterthur (Suiza), y desde entonces ha pertenecido a la misma familia.
Ahora se ofrece por un precio que supera los 30 millones de dólares, según dijo a EFE una portavoz del marchante británico Dickinson, encargado de su venta.
La rubia criatura de aspecto angélico y radiante sonrisa es Raoul Levert, hijo de un carpintero local, que tenía entonces sólo dos años y al que Van Gogh pintó en el albergue Ravoux, de Auvers-sur-Oise, localidad próxima a la capital francesa.
La identidad del retratado fue confirmada por Adeline Ravoux, hija del dueño del albergue, que aparece junto al pequeño Raoul a la puerta de aquella residencia en una fotografía tomada en 1890.
Se cree que el carpintero, llamado Vincent Levert, hizo algunos de los marcos utilizados por el pintor para sus lienzos e incluso es posible que hiciera el del cuadro que representa a su hijo.
"L' Enfant à l'orange" es uno de varios retratos luminosos de niños que pintó Van Gogh en Auvers en los últimos meses de su vida.
La luminosa energía con que está pintado traduce una alegría de vivir que no parece en absoluto presagiar lo que iba a ocurrir poco después.
Aparentemente feliz de estar de nuevo en el norte de Francia, Van Gogh pintó febrilmente más de ochenta cuadros en poco más de dos meses, es decir a un ritmo superior a los dos cuadros al día.
"Las pinceladas me vienen como en un mecanismo de relojería, así que confiando en ello, me atrevo a pensar que encontraré el equilibrio en el norte", escribió Vincent a su hermano Theo.
Poco antes de iniciar ese último viaje de su vida, Van Gogh había anunciado su intención de volver a pintar campesinos y paisajes.
El artista dejó St. Rémy, donde había estado un año recluido en un hospital para enfermos mentales, y pasó algunos días en París junto a su hermano, su cuñada y el hijo pequeño de ambos.
Éste, llamado Vincent como el pintor, del que era además ahijado, se convirtió inmediatamente en una fuente de alegría e inspiración para el artista, que en Auvers comenzó a pintar retratos de niños de aspecto feliz y mejillas sonrosadas.
En Auvers, Van Gogh iba a estar al cuidado de Paul Gachet, un doctor especializado en homeopatía y coleccionista de arte que le había recomendado a Theo el pintor Camille Pissarro y a quien aquél inmortalizó en un famoso retrato.
Las cartas que escribió Van Gogh desde Auvers reflejan su inmensa alegría de poder disfrutar finalmente de libertad tras su aislamiento en Saint-Remy.
Nada más llegar allí, Van Gogh se puso a trabajar: "Hace un tiempo estupendo. Y me siento tan bien. Me acuesto a las nueve aunque suelo levantarme a las cinco (...) Y espero que dure esta sensación que tengo de dominar mucho más los pinceles que cuando fui a Arles", escribió a Theo.
El 5 de junio de aquel año, Vincent envió a su hermana Wilhelmina una carta en la que habla de su pasión por el "retrato, el retrato moderno":"Me gustaría pintar retratos que después de un siglo fueran como apariciones para la gente que viviera entonces".
Los niños rechonchos y las mujeres de aspecto saludable que pintó Van Gogh en sus últimos meses en Auvers se han interpretado como un intento gráfico de convencer a su hermano y a su cuñada de que debían llevarse al campo al pequeño Vincent en lugar de seguir viviendo todos ellos en el aire contaminado de París.
Tras el suicidio del artista con un arma de fuego, "L'Enfant à L'Orange" junto a otros cuadros suyos hoy famosos como "La Iglesia de Auvers" o "Lirios", además de su paleta y sus pinceles, se colocaron en el cuarto del albergue Ravoux donde se veló su cadáver.
Ahora se ofrece por un precio que supera los 30 millones de dólares, según dijo a EFE una portavoz del marchante británico Dickinson, encargado de su venta.
La rubia criatura de aspecto angélico y radiante sonrisa es Raoul Levert, hijo de un carpintero local, que tenía entonces sólo dos años y al que Van Gogh pintó en el albergue Ravoux, de Auvers-sur-Oise, localidad próxima a la capital francesa.
La identidad del retratado fue confirmada por Adeline Ravoux, hija del dueño del albergue, que aparece junto al pequeño Raoul a la puerta de aquella residencia en una fotografía tomada en 1890.
Se cree que el carpintero, llamado Vincent Levert, hizo algunos de los marcos utilizados por el pintor para sus lienzos e incluso es posible que hiciera el del cuadro que representa a su hijo.
"L' Enfant à l'orange" es uno de varios retratos luminosos de niños que pintó Van Gogh en Auvers en los últimos meses de su vida.
La luminosa energía con que está pintado traduce una alegría de vivir que no parece en absoluto presagiar lo que iba a ocurrir poco después.
Aparentemente feliz de estar de nuevo en el norte de Francia, Van Gogh pintó febrilmente más de ochenta cuadros en poco más de dos meses, es decir a un ritmo superior a los dos cuadros al día.
"Las pinceladas me vienen como en un mecanismo de relojería, así que confiando en ello, me atrevo a pensar que encontraré el equilibrio en el norte", escribió Vincent a su hermano Theo.
Poco antes de iniciar ese último viaje de su vida, Van Gogh había anunciado su intención de volver a pintar campesinos y paisajes.
El artista dejó St. Rémy, donde había estado un año recluido en un hospital para enfermos mentales, y pasó algunos días en París junto a su hermano, su cuñada y el hijo pequeño de ambos.
Éste, llamado Vincent como el pintor, del que era además ahijado, se convirtió inmediatamente en una fuente de alegría e inspiración para el artista, que en Auvers comenzó a pintar retratos de niños de aspecto feliz y mejillas sonrosadas.
En Auvers, Van Gogh iba a estar al cuidado de Paul Gachet, un doctor especializado en homeopatía y coleccionista de arte que le había recomendado a Theo el pintor Camille Pissarro y a quien aquél inmortalizó en un famoso retrato.
Las cartas que escribió Van Gogh desde Auvers reflejan su inmensa alegría de poder disfrutar finalmente de libertad tras su aislamiento en Saint-Remy.
Nada más llegar allí, Van Gogh se puso a trabajar: "Hace un tiempo estupendo. Y me siento tan bien. Me acuesto a las nueve aunque suelo levantarme a las cinco (...) Y espero que dure esta sensación que tengo de dominar mucho más los pinceles que cuando fui a Arles", escribió a Theo.
El 5 de junio de aquel año, Vincent envió a su hermana Wilhelmina una carta en la que habla de su pasión por el "retrato, el retrato moderno":"Me gustaría pintar retratos que después de un siglo fueran como apariciones para la gente que viviera entonces".
Los niños rechonchos y las mujeres de aspecto saludable que pintó Van Gogh en sus últimos meses en Auvers se han interpretado como un intento gráfico de convencer a su hermano y a su cuñada de que debían llevarse al campo al pequeño Vincent en lugar de seguir viviendo todos ellos en el aire contaminado de París.
Tras el suicidio del artista con un arma de fuego, "L'Enfant à L'Orange" junto a otros cuadros suyos hoy famosos como "La Iglesia de Auvers" o "Lirios", además de su paleta y sus pinceles, se colocaron en el cuarto del albergue Ravoux donde se veló su cadáver.
Fuente: EFE
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