El género del retrato fue testigo y protagonista de una de las historias más interesantes del arte español del siglo XX, el camino hacia de la modernización, como se refleja en la exposición "El retrato moderno en España (1906-1936). Itinerarios y procesos".
Inaugurada hoy en las salas temporales de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y organizada por esta institución en colaboración con la Fundación Santander, la muestra revisa el retrato, recuperándolo y reinterpretándolo bajo una nueva luz.
Después de que a finales del XIX dejara de ser un género que perteneciera exclusivamente a la elite, el retrato comparte protagonismo con el resto de la sociedad, en general amigos o familiares del pintor, pero también del individuo anónimo, cuya imagen conectaba mucho más con el público.
Cerca de sesenta obras, de las que veinte son "auténticas sorpresas" que no se han exhibido nunca a la mirada del público, plantean un recorrido transversal y de múltiples perspectivas por las principales fases del retrato hasta consolidarse como gran género moderno.
Las fechas que abarca la exposición han sido fijadas por los comisarios Adolfo Blanco Osborne y Javier Pérez Segura teniendo en cuenta el momento en que Eugenio D'Ors sienta las bases del novecentismo, y el comienzo de la Guerra Civil, que truncó los movimientos culturales.
"La lectura de la exposición no es lineal y no se trata de presentar un discurso cronológico", comentó Adolfo Blanco, que junto con Javier Pérez ha concebido la muestra en cuatro grandes bloques: el comienzo de la modernidad, la vanguardia más radical, los años veinte con el triunfo del realismo, y los años 30, caracterizados por la metafísica y la llegada del surrealismo.
"En los cincuenta y ocho retratos exhibidos se establecen cincuenta y ocho diálogos diferentes entre el espectador y la obra de arte", comentó Javier Pérez Segura, para quien la exposición invita al descubrimientos de las obras, a la contemplación estética y a la reflexión sobre la identidad del ser humano.
La primera selección, con obras firmadas por Manuel Benedito, Joaquín Sorolla, Julio Romero de Torres, Anglada Camarasa, Isidro Nonell o Joaquim Sunyer, propone un laberinto de tendencias, variadas y personales, con un itinerario por algunas de las poéticas que dominaban el género.
"Olga sentada", de Picasso, "La cantante" de Juan Gris, junto con obras de María Blanchard, Rafael Barradas, Francisco Iturrino, Benjamín Palencia o Daniel Vázquez Díaz, entre otros, representan una vanguardia más radical en el género. A menudo se constituyeron sobre las bases de un lenguaje híbrido, con presencia del fauvismo, cubismo, futurismo o expresionismo, sin abandonar la figuración.
El tercer apartado, con obras fechadas en su mayoría en los años veinte, reflejan el triunfo absoluto de los nuevos realismos, un lenguaje de expansión internacional que los pintores españoles-que mantenían un diálogo fluido con el arte europeo-entendieron con sensibilidad y fuerza. Ejemplo de ello son "Ana María" de Dalí, "Le Gosse", de José de Togores, "La Galana", de Gregorio Prieto, o los retratos de Ramón Gaya o Esteban Vicente.
La exposición, que estará abierta hasta el 2 de diciembre, finaliza con retratos de los años treinta, que muestran, por una parte, la llegada del surrealismo, con obras de Óscar Domínguez o Jesús Olasagasti, y por otra el dominio de los nuevos realismos con retratos de José Arrúe, Angeles Santos, Mariano de Cossío, Menchu Gal o Santiago Montes.
Para Javier Aguado, director de la Fundación Santander, la exposición aporta nuevas perspectivas de un periodo determinado de la pintura española y "analiza y estudia un valor como el retrato, no excesivamente reconocido. Además, los artistas presentes son de gran valía, pero en la actualidad muchos de ellos son casi desconocidos".
Después de que a finales del XIX dejara de ser un género que perteneciera exclusivamente a la elite, el retrato comparte protagonismo con el resto de la sociedad, en general amigos o familiares del pintor, pero también del individuo anónimo, cuya imagen conectaba mucho más con el público.
Cerca de sesenta obras, de las que veinte son "auténticas sorpresas" que no se han exhibido nunca a la mirada del público, plantean un recorrido transversal y de múltiples perspectivas por las principales fases del retrato hasta consolidarse como gran género moderno.
Las fechas que abarca la exposición han sido fijadas por los comisarios Adolfo Blanco Osborne y Javier Pérez Segura teniendo en cuenta el momento en que Eugenio D'Ors sienta las bases del novecentismo, y el comienzo de la Guerra Civil, que truncó los movimientos culturales.
"La lectura de la exposición no es lineal y no se trata de presentar un discurso cronológico", comentó Adolfo Blanco, que junto con Javier Pérez ha concebido la muestra en cuatro grandes bloques: el comienzo de la modernidad, la vanguardia más radical, los años veinte con el triunfo del realismo, y los años 30, caracterizados por la metafísica y la llegada del surrealismo.
"En los cincuenta y ocho retratos exhibidos se establecen cincuenta y ocho diálogos diferentes entre el espectador y la obra de arte", comentó Javier Pérez Segura, para quien la exposición invita al descubrimientos de las obras, a la contemplación estética y a la reflexión sobre la identidad del ser humano.
La primera selección, con obras firmadas por Manuel Benedito, Joaquín Sorolla, Julio Romero de Torres, Anglada Camarasa, Isidro Nonell o Joaquim Sunyer, propone un laberinto de tendencias, variadas y personales, con un itinerario por algunas de las poéticas que dominaban el género.
"Olga sentada", de Picasso, "La cantante" de Juan Gris, junto con obras de María Blanchard, Rafael Barradas, Francisco Iturrino, Benjamín Palencia o Daniel Vázquez Díaz, entre otros, representan una vanguardia más radical en el género. A menudo se constituyeron sobre las bases de un lenguaje híbrido, con presencia del fauvismo, cubismo, futurismo o expresionismo, sin abandonar la figuración.
El tercer apartado, con obras fechadas en su mayoría en los años veinte, reflejan el triunfo absoluto de los nuevos realismos, un lenguaje de expansión internacional que los pintores españoles-que mantenían un diálogo fluido con el arte europeo-entendieron con sensibilidad y fuerza. Ejemplo de ello son "Ana María" de Dalí, "Le Gosse", de José de Togores, "La Galana", de Gregorio Prieto, o los retratos de Ramón Gaya o Esteban Vicente.
La exposición, que estará abierta hasta el 2 de diciembre, finaliza con retratos de los años treinta, que muestran, por una parte, la llegada del surrealismo, con obras de Óscar Domínguez o Jesús Olasagasti, y por otra el dominio de los nuevos realismos con retratos de José Arrúe, Angeles Santos, Mariano de Cossío, Menchu Gal o Santiago Montes.
Para Javier Aguado, director de la Fundación Santander, la exposición aporta nuevas perspectivas de un periodo determinado de la pintura española y "analiza y estudia un valor como el retrato, no excesivamente reconocido. Además, los artistas presentes son de gran valía, pero en la actualidad muchos de ellos son casi desconocidos".
Fuente: EFE
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